El aseo general de un paciente en cama es de vital importancia. Cuando ayudamos a asearse a nuestro familiar aprendemos muchas cosas sobre él: no sólo valoraremos el estado e integridad de su piel, sino que, al ser un momento de gran intimidad, podremos ver sus sentimientos y su proceso de enfermedad, escucharemos sus necesidades y crearemos un clima común en el que la confianza crecerá.
Lo primero que debemos hacer es anular las posibles corrientes de aire e informarle todo lo que haremos para asearlo, procurando ofrecerle toda la intimidad que podamos. A continuación, nos lavaremos bien las manos y nos pondremos los guantes.
Cuando tengamos el agua de la palangana a una temperatura adecuada, introduciremos una esponja y le lavaremos la cara, evitando el jabón en zonas como los ojos, boca y nariz. Al terminar, lo secaremos con una toalla.
Después le quitaremos la ropa de cama y lavaremos el cuello, torso, axilas, brazos, manos y abdomen, insistiendo en las axilas y en zonas de pliegues cutáneos. Secaremos muy bien y taparemos con una toalla para evitar enfriamientos.
Seguiremos con el aseo de las extremidades inferiores, poniendo especial cuidado en los espacios interdigitales.
En cuanto a los genitales, tenemos dos opciones. Si nuestro familiar es mujer, lavaremos la zona con la esponja jabonosa, de arriba hacia abajo, limpiando cuidadosamente labios y meato urinario. Después, eliminaremos completamente los restos de jabón y secaremos. Si nuestro familiar es hombre, lavaremos con la esponja jabonosa (teniendo especial cuidado con el prepucio), eliminaremos todo resto de jabón y secaremos.
El siguiente paso es pedirle que se volteé, para lavar la zona posterior del cuello, espalda, glúteos y muslos. Secaremos bien y aprovecharemos para aplicar crema hidratante, masajeando hasta su total absorción.
Por último, lo vestiremos y peinaremos.
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